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MAYO 2000   

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TRES VALIOSOS REGALOS  

Por Pedro Juan Vargas Mercado

Tres valiosos regalos han llegado a mis manos como si sus remitentes se hubiesen puesto de acuerdo para proporcionarme un portal de matices gloriosos para iniciar mi existencia en los misterios y sortilegios de este nuevo siglo que hemos comenzado a vivir los hijos de Dios.

Son tres regalos de amorosa vigencia y que en cualquier momento, en el devenir de mis días, me hablarán en el mismo lenguaje cordial y ameno con que me hablaron cuando llegaron a mis manos.

Se trata de tres obras literarias. La primera, el libro “La muerte de un gigante”, escrito por la culta profesora María Esther Ramos, de Ensenada. Un amplio relato histórico de las vivencias de esta comunidad desde el inmediato pasado hasta la inauguración de la central Guánica en el 1903. La evolución de ese complejo azucarero que se convirtió en el más poderoso de Puerto Rico y hacia el que se imantó uno de los más intensos éxodos internos de nuestro país y que ha sido enfocado, aunque no con la profundidad debida, por nuestros sociólogos. En las páginas de este ilustrativo volumen desfilan las familias que a lo largo de los años crearon una demografía ensenadeña y que ha adquirido personalidad propia, dando a Ensenada todas las características de una municipalidad con el natural orgullo que nace de la individualidad.

Todo ensenadeño, resida o no en el limitado entorno, que tantos valores profesionales, artísticos, literarios, deportivos, laborales, etc., ha dado a Puerto Rico, debe de adquirir esta obra de la profesora Ramos como una prueba de gratitud a esta digna representante de nuestro magisterio, y para que las futuras generaciones conserven la mejor referencia histórica de una comunidad, que si bien tuvo que presenciar la dolorosa muerte del gigante, que por espacio de ochenta años dio vida, progreso y bienestar a tantas generaciones de seres humanos, ha sabido tener la presencia de ánimo de resistir el fatídico golpe y redoblar esfuerzos y entusiasmos para sobrevivir y superar las complacencias que Ensenada disfrutó, cuando la chimenea humeaba y el aroma de la melaza impregnaba todos sus ámbitos concéntricos.

El segundo regalo me llegó por vía postal. Me lo envió uno de los yaucanos de más prestigio intelectual y profesional de la contemporaneidad: el estimado amigo Ramón García Santiago, un distinguido fruto de esa fecunda Cantera de Yauco, que tantos hijos e hijas ilustres ha dado a Puerto Rico. Además de sus obras literarias en que palpita la poética sensibilidad de un ser humano que ha sabido capear ventiscas, ráfagas y las fuerzas huracanadas de una existencia llena de apremiantes situaciones, de esas que doblegan la resistencia de muchos espíritus, supo recuperarse de cada caída hasta alcanzar las metas intelectuales y profesionales soñadas, llegando a ejercer funciones ejecutivas en el gobierno de Puerto Rico a entera satisfacción de sus superiores y conquistando la imperecedera gratitud de todos sus compatriotas, sin diferencias de banderías ni de credos.

Este regalo consiste en el libro “Estampas del Corazón”, en que con su pluma maestra el amigo Moncho narra episodios (¡y qué episodios!) de su vida que transcurre distintas latitudes pero siempre en ambiente familiar, aledaño a su corazón. Con especial dedicatoria, me lo envía desde los dominios del Gigante de Carolina en donde fijó su hogar Santuario que comparte con su esposa la señora Raquel Bermúdez Alvarado. Y está dedicado el libro con profundo cariño y sincera gratitud a sus padres fallecidos, don Ramón García Morales y doña Monserrate Santiago Echevarría, a quienes tuve el privilegio de conocer cuando yo vivía en el legendario Pueblo del Café.

Si Dios me lo permite, amén de los muchos compromisos que tengo a pesar de haber salido del servicio público, le escribiré al amigo Moncho para, además de expresarle mi gratitud personal por tan valioso presente, señalarle algunos curiosos paralelismos entre varios relatos suyos y vivencias personales mías.

El tercer regalo –y no por nombrarlo en último lugar, es por haber establecido una injusta gradación, sino porque, para mencionarlos, humanamente tiene que haber un orden de presentación, aunque para mí los tres son de primerísima importancia,  - es un calendario para este año dos mil que empezamos a disfrutar el pasado primero de enero.

Me lo envió con su gentil esposa, Sra. Irsa Vivas, el querido amigo Dr. Lucas Ríos Santoni, dueño de la Farmacia Guaniqueña, localizada en la calle 65 de Infantería esquina San Miguel, frente a nuestro parque de bombas. No, no es un simple calendario que perdería su vigencia el último día del último mes del año en curso. Por aquello de que una fotografía dice más que mil palabras, o, por lo menos, tanto como mil palabras, ese calendario seguirá hablando a mi corazón como me seguirán hablando los libros de la profesora Ramos y del ex Presidente de la Junta de Planificación, Lcdo. García Santiago.

La presentación tipográfica y fotográfica de este calendario, impreso en papel satinado, para mí, aunque separado de mi oficio tipográfico, es excelente. El Dr. Ríos tuvo un buen sentido de perennidad al escoger unas fotos enaltecedoras de la prolífica naturaleza guaniqueña así como de la intervención de la mano del hombre al crearnos estructuras perennes como el Fuerte Caprón, el Convento de las Hermanas de Fátima, el Puente de Hamaca, nuestra Plaza Jiménez, y la mejor fotografía que hemos visto de Guánica tomada desde el Fuerte. Se destacan también los cuerpos de agua que dan sentido indígena a Guánica, vista desde nuestro famoso Bosque Seco. Un magnífico trabajo con una gran cámara que debemos al experto fotógrafo José L. Quiñones. Y no-conforme con esas motivaciones, añade el Dr. Ríos varios ingredientes para mejor conservar su regalo de amor guaniqueño: en el último lugar nos ofrece en sus colores originales la bandera y el escudo con sus respectivas descripciones más el Himno Oficial de Guánica, cuya letra y música debemos al admirado compueblano y amigo José Luis (Cheliquín) Padilla.

Profesora Ramos, maestro de las letras yaucanas, Ramón García Santiago y Dr. Lucas Ríos Santoni, una sola frase para sintetizar y expresar mi estado de ánimo guaniqueñista: ¡Muchas gracias, y que Dios les bendiga!

(El autor es periodista, tipógrafo retirado, poeta e historiador guaniqueño)

 


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